AVISO PARA NAVEGANTES

El chantaje, el nepotismo, el amiguismo y la corrupción son los males inveterados que padece la democracia española, e históricamente dichas disfunciones han aparecido siempre ligadas a la clase política cuando alguno de sus miembros se ha instalado en el poder legislatura tras legislatura . Y tanto da que sea en la política nacional, en la autonómica o en la municipal donde se produzcan tales disfunciones, porque el resultado siempre es el mismo: el enriquecimiento de unos pocos a costa del empobrecimiento de otros muchos, los contribuyentes.

Acaso la escasa credibilidad de la clase política sólo sea comparable con la falta de confianza que los partidos políticos inspiran a la inmensa mayoría de los españoles, afirmación ésta que año tras año aparece reflejada en el barómetro de Opinión realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas como dos de los mayores problemas en opinión de los encuestados, junto con el paro y los problemas de índole económicos.

En este sentido, serían innumerables los casos que se podrían citar, los más frescos en la memoria de todo son los ERE en Andalucía, la trama GÜRTEL en Valencia y Madrid y el acto de nepotismo cometido por una de las máximas autoridades municipales carpetovetónicas cuyo nombre jurídicamente aún no se puede citar aunque se vislumbra su afectación al principio de imparcialidad en el proceso de contratación de un familiar. Y que los miembros de la clase política tengan tan baja consideración entre los españoles simplemente se debe a la proliferación de este tipo de conductas, como el cohecho, la malversación de fondos públicos, la apropiación indebida de caudales públicos o el nepotismo, conductas tan extendidas que en algunas ocasiones incluso llegan a pasar desapercibidas, pero que final e inexorablemente siempre se demuestra que determinadas empresas allegadas o ciertos particulares afines realizaban pagos buscando con ello favores tales como son la concesión de licencias, la concesión de obras, las recalificaciones de terrenos…

Son las normas de comportamiento las que nos permiten vivir en sociedad, es decir vivir en armonía con los demás. Para lograr esa armonía, sin embargo, se hacen necesarias una serie de normas de comportamiento que han de ser incuestionables y compartidas por todos. Interiorizar e implicarse moralmente con estas normas de comportamiento es lo que haría de la clase política española un colectivo éticamente irreprochable, y en sus manos está que los españoles dejen de considerarlos como uno de los más grandes problemas que padecen.

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